Todos queremos ser efectivos en nuestro trabajo. Podría decirse que también en muchos aspectos de nuestra vida personal. Recordemos que la efectividad es la capacidad de llevar a cabo una tarea como es de esperarse y de forma satisfactoria. Pero ¿quién está esperando? ¿quién mide esa efectividad?; mejor aún, ¿quién la siente?

En el caso de los líderes, quizá haya alguien con un cargo superior que evalúe este desempeño, pero quien realmente nos debe importar, es el equipo que está siendo liderado, aquellos que se supone «admiran» a su líder.

Tener las aptitudes y actitudes de líder es una gran cualidad que puede hacer crecer el ego y con ello, se pierde cualquier ventaja. Por eso, compartimos humildemente un ejercicio duro y necesario que todo líder debe hacer para manejar su ego de líder. Pregúntese (o pregunte) lo siguiente:

1. ¿Soy capaz de comunicar al equipo los objetivos?

Si su respuesta rápida es sí, deténgase y haga este ejercicio: comunique los objetivos a su equipo de la manera que siempre lo hace. Luego, pídale a cada integrante que repita en sus propias palabras cuáles son. Notará cuántos y cuáles objetivos fueron efectivamente transmitidos y dónde está fallando su comunicación.

2. ¿Transmite su discurse de forma clara?

Si su respuesta rápida es sí, deténgase y haga este ejercicio: comunique su discurso a varias personas de su organización, algunos miembros de su equipo (que ya lo conocen y han aprendido a interpretar sus palabras) y a otros integrantes de la empresa en distintos cargos y niveles (que no estén acostumbrados a tu tono). Luego, pídale a cada una de estas personas que repita al menos 3 puntos claves de su discurso. Verá dónde está generando una impresión y cuándo está perdiendo la atención de su público. Recuerde que un líder debe «enamorar» a cualquiera con sus habilidades comunicativas, por eso es importante que tanto un par suyo como alguien de más arriba y de más abajo le comprenda.

3. ¿Influyo en mi equipo?

Si su respuesta rápida es sí, deténgase y haga este ejercicio: plantéese un escenario en el que requiere influir en su equipo, defina cómo espera que actúen y cómo va usted a influir en ello. Luego, póngalo en práctica y evalúe cuánto influyó, cómo y por qué. Para ello, no solo debe revisar lo que su equipo hace o no hace, sino principalmente preguntarles el motivo de su decisión. Comprenderá, entre las respuestas, la efectividad de su liderazgo.

4. ¿Escucho a mi equipo?

Si su respuesta rápida es sí, deténgase y haga este ejercicio: pregunte a cada miembro si se siente escuchado. Hágales saber que lo que digan no será usado en su contra. Puede hacerlo cara a cara (lo cual da mucha más personalidad a su liderazgo) en cartas anónimas o en dinámicas grupales (ej: cada miembro lee la carta de alguien más). Recibirá una retroalimentación que lo sensibilizará como individuo.

5. ¿Admito mis errores y reconozco los aciertos de los demás?

Si su respuesta rápida es sí, deténgase y haga este ejercicio: escriba, al menos una vez a la semana y durante un periodo de tiempo (ej: un mes), sus errores en una pizarra o en un papel que quede a la vista. Pida a los miembros de su equipo que escriban los errores que vieron en usted como líder esa misma semana (nuevamente, puede ser en anonimato, cara a cara o en una dinámica grupal). Luego léalos de corazón, con humildad y con espíritu de superación. A nadie le gusta que recalquen sus errores, pero todos los comentemos.

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Como verá, respuesta rápida «sí» es muy cuestionable, porque la efectividad de un líder siempre está en cuestión. Por eso, baje la guardia, guarde su ego y cada tanto tiempo hágase éstas y todas las preguntas que necesite para ser un líder verdaderamente efectivo.

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Un ejercicio duro y necesario que todo líder debe hacer para manejar su ego de líder

Este artículo está basado en una publicación de  Escuela de Negocios y Dirección

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